martes, 2 de octubre de 2012

Fuegos Cruzados.



Cruzando la frontera del Otoño, me remonto al glorioso final del estival Verano ya pasado.
Una alocada trilogía de fines de semana, para recordar uno de los veranos más especiales para mi persona y mi carne.

Los acontecimientos fueron sucediéndose de forma natural y espontánea, nada planificado ni guionizado. Supongo que he aquí la clave de su exclusividad.
El primer capítulo del final se desarrolló en tierras vecinas. Unas tierras que nunca decepcionan, siempre dejan buen sabor de boca.
La segunda fue una de las experiencias más electrizantes que he vivido este caótico 2012. Miles de voces unidas en un solo acorde, la hierba soportando nuestras energéticas pisadas ansiosas de más; rozar con la punta de los dedos a uno de tus ídolos dejando que la sensación recorra todo tu cuerpo hasta penetrar en tus rodillas, creerte eternamente joven, saber que en ese momento no hay más filosofía en tu cabeza que el Carpe Diem.

Y el final del nuevo comienzo resultó de la mano de un viejo conocido para mi anatomía, porque no hay sensación comparable a la de sentirse como en casa.
Con este fantástico cierre de la chancla y el short planto cara a la bota y al jersey con más fuerza que nunca.





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