viernes, 23 de diciembre de 2011

VeinticuatrodelDoce

Hace dos largos años que él se fue.
Todavía recuerdo como el 23 al oir mi voz, hacia mil esfuerzos por abrir los ojos para poder disfrutar por última vez de este misterioso y raro mundo.

Recuerdo como cada mañana, cuando yo apenas media metro y medio, me llevaba de la mano al colegio, tarareando esas canciones de la zarzuela que tanto le gustaban.
Y como cada mañana me recitaba una y otra vez, de principio a fin, sin olvidarse ni una coma, el diálogo inicial de la pelicula Rebecca.
Adoraba Hollywood y su fábrica de sueños. Despertó en mi esa intensa pasión por el séptimo arte.

Recuerdo cuando me pasaba las tardes de Domingo con él, en su estudio.
Escuchando música clásica, su otra gran amante, y viendo peliculas de Billy el Niño y un tal Clint Eastwood, desconocido para mí en aquel entonces.
Nunca se me olvidarán las mil y una historias que me contaba sobre la guerra y sobre el mundo.
Y el que cada año que pasara, nada cambiara entre nosotros.

Adoraba discutir con él sobre política, tan iguales y tan diferentes a la vez. Hasta cambié sus tendencias en el último instante de su vida...
Y aunque (al igual que yo) no fuera hombre de carantoñas, abrazos o besos, cuando me sonreía sentía una inmensa complicidad y una paz interior que recorría todas mis arterias.
Me enorgullece cada vez más el oír: "Eres igualita que él" "Más Ollero, imposible".
Independiente, arisca, tozuda como él, pero también con una pasión por las artes desmesurada, y una fidelidad a los suyos digna de admirar, siempre dispuesto a darte lo que necesites, siempre con esa sonrisa de amabilidad y las palabras exactas para hacer que te sientas como en casa, siempre haciendo reir con esas elocuentes metáforas que solo a el se le podían ocurrir, sus mil y una boinas con las que tanto hemos jugado, sus largos paseos en pleno invierno, sus juanolas...
Gracias.

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