Noche de un Lunes cualquiera, entrando casi en la prematura madrugada del Martes.
El porque de este "post" creo que no hace falta explicarlo, y si algún curioso lector siente la impetuosa necesidad de saberlo, ya anticipo que con cada línea escrita mis sentimientos se irán desnudado palabra por palabra, letra a letra. Ella, es el porque de todas las razones. Es curioso a la par que hermoso ver como el caprichoso destino juega al ajedrez con nuestras frágiles vidas. Y como dos personas tan parecidas, viviendo practicamente en la misma calle durante 18 años, han tenido que conocerse ahora, precisamente ahora. ¿Y Porque no antes?.
Nunca lo sabremos, pero quizás el destino azaroso así lo ha decidido. Y me llena de vitalizante felicidad porque quizás el Verano del 2011 era el momento y el lugar adecuado para hacerlo. Ella, es una de esas personas con las que las palabras sobran, las risas no faltan y la complicidad se adueña de cada uno de los momentos que vives junto a ella.
Y así es como en apenas unos meses, llegas a conectar con alguien a un nivel casi espiritual.
Es algo mágico, volcánico que te llena de fuerza y tranquilidad. Así es ella.
Y es en ocasiones como esta en las que disfruto del gozo que la vida me brinda.
Afortunada porque alguien como ella, se ha cruzado en mi camino, en este misterioso sendero de la vida, que una vez más me demuestra que a veces puede brillar con una intensidad cegadora que te llena de paz y júbilo. Felicidades.
Superando expectativas, inundando mis sentidos, arrasándolo todo, penentrando en todos y cada uno de los poros de mi piel, riendo enérgicamente, burlando las barreras del espacio y del tiempo...
Desde que era niña me quedaba embobada mirando como una hormiga transportaba un minúsculo átomo de pan. De camino al colegio me perdía observando las mil y una flores que asomaban tímidamente en la prematura primavera.
Me encanta fijarme en esos pequeños detalles, las cosas mínimas, tontas y rídiculas.
Pequeños momentos en los que disfruto la totalidad de algo tan simple y minúsculo como puede ser escuchar tu canción favorita una y otra vez...tan alta y tan fuerte que todos sus acordes y arpegios inundan toda tu alma de un positivismo infinito.
Esos momentos en los que compartes la mayor complicidad con un amigo al miraros y descubrir que compartis mente y pensamiento..
Observar como un diente de león baila al son del viento caprichoso.
Dejar que la lluvia acaricie tu piel y penetre hasta lo más íntimo y tímido de tu ser.
Descubrir mil utilidades a un objeto tan simple como una cinta adhesiva.
Que tu máximo estado de felicidad se deba a cantar con tu cómplice de noches aquella canción de los 80 que tanto te gusta.
Disfrutar de ese tímido y cálido rayo de sol que te ciega en las frías tardes de Enero.
Fascinarte al ver una foto de los años 20 y descubrir que te gusta más esa época que la tuya propia.
Enamorarte de cada vestido que ves en los escaparates. Ilusionarte cada vez que llega el 22 de Diciembre y recordar como eran esos dias cuando eras niña y el Gordo se cantaba en pesetas...
Rememorar como tu padre hacia el robot y te asustaba tanto que te daba la risa nerviosa. Dejar que la risa de un amigo te contagie tanto que no puedas ni respirar. Emocionarte cuando ves una pelicula de tu director favorito, ese que nunca te defrauda y te sorprende con cada obra cada vez más. Observar un Monet y dejarte intoxicar por cada uno de sus matices. Escuchar una poesía y sentirla en tu interior hasta que duela. Cerrar los ojos para volver a oír las voces de aquellos que se fueron. Morder una manzana y que su acidez envuelva cada una de tus papilas gustativas...
Pequeños placeres que me encantan, que me contaminan, me llevan al más puro éxtasis de la vida y me hacen sentir como si por una escasa milésima de segundo pudiera vencer a la muerte.